Por Manuel Vázquez Portal
Antonio Augusto Villarreal Acosta y yo jugábamos a la pelota en los solares yermos de Morón. El era mejor. Bateaba fuerte y fildeaba con más habilidad. Su sueño era ser pelotero. Tanía postales de Baby Ruth y monogramas de los Yankees de New York.
Yo quería ser escritor y tenía libros de Emilio Salgari y Julio Verne. El vivía por el cuartel de bomberos y yo cerca de la fábrica de hielo. Su tía tocaba el piano y la mía bordaba. Ambas se sentían orgullosas de nosotros. Un día Villa y yo nos liamos a los puños, y las tías fueron la que nos se hablaron nunca más.
En la adolescencia nos separamos. Pero teníamos los sueños intactos. Todavía no habían crecido los abismos. Suponíamos aún que todo era posible. Crecimos. Nos casamos. Tuvimos hijos. El tiempo se fue y no nos vimos. Treinta años después volvimos a encontrarnos. Fue en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba.
Era la llamada Primavera Negra....
El gobierno cubano había condenado a larguísmas penas a 75 opositores pacíficos y periodistas independiente. Otra vez las similitudes y diferencias volvían a unirnos. Yo, periodista; él, activista político, y tras las rejas, a gritos, rememoramos al Gallo de Morón, La Laguan de la Leche, el profesor Benito Llanes.
El gobierno cubano había condenado a larguísmas penas a 75 opositores pacíficos y periodistas independiente. Otra vez las similitudes y diferencias volvían a unirnos. Yo, periodista; él, activista político, y tras las rejas, a gritos, rememoramos al Gallo de Morón, La Laguan de la Leche, el profesor Benito Llanes.
Nos juramos que después de vencidas las cárceles y las tinieblas volveríamos a encontrarnos en la Laguna para contarnos las vidas que no nos sabíamos uno del otro.
Pero no ha podido ser. Las cárceles siguen y las tinieblas permanecen sobre Cuba. Yo vago por una ciudad prestada y él, después de casi siete años, permanece en la cárcel, pero me cuentan los amigos que ya no se da cuenta. La maraña de la locura se enredó en su cerebro. Ya no podré contarle la vida que no sabe de mí, pero yo le contaré a todos que él enloqueció de amor por Cuba y sus torturadores, aún así, lo mantienen en un calabozo inmundo.
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