SOBRE LAS DAMAS

 Pórtate bien, Asunción

Asunción Carrillo tiene una casa humilde en el poblado de Colón, en Matanzas. En esa casa vio crecer a Iván Hernández Carrillo. Desde la ventana lo veía regresar del colegio, brillante de sudor y rabioso de hambre. En la cocina de esa casa preparaba para él las magras recetas que impone la pobreza. En esa casa recibió las visitas de las primeras novias del muchacho. Desde esa casa lo despidió el día que decidió estudiar en una escuela tecnológica Sistemas de Computación, de la cual lo expulsaron por sus actividades opositoras.
En esa casa lloró cuando en 1992, con solo 21 años, se lo condenaron a 2 años de cárcel por un supuesto delito de "propaganda enemiga y desacato a la figura de Fidel Castro".
En esa casa supo de su incorporación al Partido Solidaridad Democrática hasta 1999. En esa casa se enteró de que Iván había ingresado al Partido por la Democracia Pedro Luis Boitel....
Mucho he esperado para escribir sobre Laura Pollán. Quiero que mi testimonio sobre ella sea lo más objetivo posible sin que medie la amistad que consolidamos en aquellos días trágicos que todavía, junto a otras, padece.
Si me pidieran que definiera su carácter nada mejor para explicarlo que el pensamiento del gran patriota cubano José Martí : como el mármol ha de ser el carácter, blanco y duro.
Pareciera que nuestro apóstol se inspirara en ella. Recuerdo que un día de los pocos que pasábamos solas en su casa de Neptuno, ella me comentó: “yo nunca había querido involucrarme en nada de esto (se refería a la lucha opositora), porque cuando me involucro le meto el corazón”.
Y ha sido consecuente con estas palabras. Le ha entregado su vida, su privacidad, su tranquilidad a la causa de la liberación de los presos políticos. ...

 

Loyda


La Navidad de 2003 nos acercó más. Los festejos cobraban una significación especial para nosotras. Recordábamos con nostalgia, detalles de años pasados, cuando celebrábamos en el seno de la familia la alegría del nacimiento de Jesús.

Laura

Para caracterizar a Laura Pollán he querido entregarles primero esta crónica publicada por Manuel Vázquez Portal el 9 de julio de 2001 en http://www.cubanet.org. Después les contaré cómo la conocí, cómo nos hicimos amigas, cómo nos iniciamos en las Damas de Blanco.



Conozco la Bondad

Está más que dicho que en las épocas de crisis no son precisamente las virtudes las que florecen. La gente se despelleja por una papa, crecen las fullerías y las miserias, engorda el egoísmo. Sin embargo, después de más de cuarenta años de crisis, en Cuba existe la bondad. Yo la conocí personalmente. Y se llama Laura.
Mi amigo Miguel Ángel Ponce está enfermo. Sus viejos pulmones de fumador empedernido se le han convertido en una pesadilla. El vive sólo en un solar de la calle Mercaderes, en la Habana Vieja. El mucho dinero que valen los cuadros de su padre, uno de los más altos exponentes de la vanguardia plástica cubana, el pintor Fidelio Ponce de León, no está en sus manos ni en sus bolsillos. Su madre no está para besarle la frente cuando en las tardes él arde de fiebre. Sus amantes, hembras y varones, con la edad han desaparecido.
Pero Poncito, con alma de jardinero paciente, ha cultivado, desde siempre, la amistad. No está sólo. A su cama de enfermo llegan sonrisas y mimos, chistes y libros, correos y saludos. Si algo lo molesta es no poder zapatear la Habana como acostumbra.
Y entra Laura en escena. Ella no permitió que la soledad lo acogotara. Lo llevó a su casa de la calle Neptuno y allí lo atiende como al niño que sigue siendo Poncito aún después de "tantos palos que le dio la vida".

Maritza

 

Antes de los sucesos de la Primavera Negra yo era una sencilla ama de casa cuya única aspiración era atender y hacer feliz a mi familia. Ninguna idea altruista me movía, ni siquiera patriótica y hasta mortificaba a mi esposo por haberse enrolado en la prensa independiente que tanta zozobra nos había traído. Cada día de mi vida lo despedía con un beso y lo seguía con la mirada hasta que su figura se perdía en el recodo del camino, y entonces temerosa, le rogaba a Dios que lo protegiera porque ya no podía hacerlo yo.

El 19 de marzo de 2003 lo detuvieron. Fue un día inolvidable para mí, porque, sola, sentada en un sillón, con mi niño dormido entre los brazos, juré que también yo pondría mi granito de arena en la lucha contra la dictadura que afligía a nuestro pueblo.
Cuando comencé a asistir a la misa de la Iglesia de Santa Rita de Casia y a caminar en silencio por el Paseo de la 5ª Avenida en protesta por el encarcelamiento de nuestros seres queridos, ya desde 1991 otro grupo de mujeres iban a la parroquia con el mismo fin, el Comité de Madres Leonor Pérez.
De ahí conocí a Maritza Castro Martínez, que había pertenecido al movimiento opositor ecologista NATURPAZ y hacía varios años militaba en esta organización de atención a los presos políticos. Ella dice que aunque no tiene vínculos de consanguinidad con ninguno, muchos de los hombres que están en prisión son sus hermanos, por tanto lo que hace no es más que cumplir con su deber.
El gobierno cubano a través de sus fuerzas represivas, viene usando diferentes métodos de hostigamiento e intimidación contra las Damas de Blanco, especialmente con las que no tienen familiares presos. Estos van desde amenazas directas contra su persona hasta el acoso y perjuicio a lo que más ama una mujer: sus hijos.
Maritza ha perdido la cuenta de las veces en las que la seguridad del estado la ha citado ha estaciones de policía para levantarle actas de advertencia y amedrentarla con chantajes contra sus familiares y vecinos.

Iraida

De Iraida Soledad Rivas Verdecia se puede decir, parafraseando a Quevedo, “érase una mujer a un nebulizador, pegada”, pues su asma es tan severa que casi a diario tiene que recurrir a este aparato o a la inyección intravenosa para controlar el problema respiratorio que padece. No es raro encontrarse con ella en la Iglesia de Santa Rita o en otra reunión de las Damas de Blanco con una cánula hincada en su brazo.

Todos en su casa llevan muchos años militando en la oposición pública. Por eso el 18 de marzo de 2003, cuando la Seguridad del Estado arrestó a su esposo Roberto de Miranda, presidente del Colegio de Pedagogos Independientes, a ninguno le tomó por sorpresa, pero lo que sí no previeron fue que el día en que le celebraron el juicio, Marcos -el hijo mayor- se viera impedido de asistir, pues mientras esperaba junto a su madre para entrar al recinto judicial, fue detenido por la policía y encerrado en un calabozo. Iraida quedó sola sin ningún pariente o amigo en la Sala de Audiencias. Al escuchar el fallo de 20 años para su marido, Iraida no sabe qué se trastrocó en su cerebro y comenzó a gritar en pleno tribunal: “¡Libertad para Marcos, Libertad para Marcos!”. Afirma que estaba enloquecida pero que, gracias al furor que emanaba de ella, le devolvieron por lo menos a su hijo.
A Roberto le dieron una licencia extrapenal por razones de salud en junio de 2004, pero Iraida no disminuyó el activismo con nuestro grupo. Debido a eso, es desacreditada e infamada por la prensa oficialista y acosada por los acólitos del régimen: en agosto de 2006, durante el transcurso de un acto de repudio del que fue objeto, a su madre le subió la presión arterial y sufrió un derrame cerebral que le provocó posteriormente la muerte.

Giselita

Gisela Sánchez Verdecia tiene manos de maga, por lo menos eso dicen muchas mujeres que se arreglaban el pelo con ella. Pero, cuando la conocí había tenido que cerrar la peluquería que instaló en su vivienda porque, en los días posteriores a la detención de su esposo, la amplia clientela que atendía, había desaparecido como por un conjuro.

Más adelante se enteró cómo varias personas, pertenecientes al partido comunista, los CDR y la Federación de Mujeres Cubanas, fueron designadas por la Seguridad del Estado para explicarle a las clientas más asiduas cuan ignominioso sería seguir engordando el bolsillo de mercenarios al servicio del imperialismo.
Y es que Giselita, como la llamamos, está casada con Antonio Díaz Sánchez, coordinador del Movimiento Cristiano Liberación y uno de los protagonistas de la entrega en la Asamblea Nacional del Poder Popular de las 11 mil firmas recogidas entre la población para apoyar el Proyecto Varela, razones por las que el 19 de marzo de 2003, agentes de los órganos represivos allanaron y registraron durante horas su casa en busca de “evidencias”. Sus hijas Masiel de 4 años y Yenisel de 15, contemplaron, espantadas, el desmantelamiento de su hogar.
Después que Tony fue condenado a 20 años de privación de libertad, Gisela comenzó a participar en las actividades de las mujeres de los presos. Iba siempre acompañada de su cuñada y de su hija menor. La niña estaba muy angustiada por su padre y frecuentemente preguntaba ¿lo van a liberar? No había modo posible de dejarla en casa, ni aunque su madre renunciara a asistir a la iglesia, pues cuenta que la niña al levantarse los domingos la exhortaba ¿no vas a defender a mi papi hoy?

Ada y Nélida





De Las Martinas, un lejano pueblito de la provincia de Pinar del Río, venían a nuestras actividades dos hermanas. Ambas se parecían hasta el punto que se me fusionan sus fisonomías en la memoria. Humildes y tímidas, apenas hablaban, pero su constancia era un recordatorio de la dimensión que puede alcanzar una mujer cuando su familia es agredida. 
Eran la madre y la tía de Horacio Piña Borrego, sentenciado a 20 años de prisión porque pertenecía al opositor Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, afiliado a la Fundación Andrei Sajarov y al Movimiento Cristiano Liberación.
Ada y Nélida Borrego consumían sus vidas en los ajetreos de conseguir el condumio para sobrevivir; hacía ya tiempo ellas no creían en la “Revolución” ni en sus líderes, pero también estaban seguras de que el pueblo adormilado y desarmado no tenía posibilidad ninguna de derrocarla.

Dolia



Después de casi 7 años todavía veo, en mis sueños, la antesala del Estado Mayor de la Seguridad del Estado, con sus largos bancos de madera y los grupos de familiares atemorizados, sin hablar apenas, rodeados de militares de caras hoscas y ojos torcidos, esperando durante horas la visita de 5 ó 10 minutos a la semana que nos permitían las autoridades. Al caminar por el vericueto de pasillos hasta la habitación designada para que se efectuara el encuentro, sentía que se me helaba la sangre, luego en ella, oía el sonar de cadenas y cerrojos: se acercaba mi esposo con un guardia que advertía: “sólo temas familiares, nada del proceso de instrucción”.
Una imagen recurrente de mis pesadillas es la de una mujer gritando, empujada por varios guardias y expulsada del recinto con violencia: esa mujer era Dolia Leal Francisco, esposa de Nelson Aguiar, condenado a 13 años porque es el presidente del Partido Ortodoxo Cubano.
El domingo siguiente a este suceso, la encontré en la Iglesia de Santa Rita recogiendo firmas para pedir la libertad de los detenidos.
Batalladora infatigable. Se ufanaba de ser, en ese momento, la dama de blanco con más edad y su rostro resplandecía cuando le aseveraban lo bien que lucía. No escatimaba ocasión para hablar de su esposo encarcelado y a veces teníamos que decirle: “¡Oye, ya nosotras sabemos eso! ¿Es que acaso Nelson es el preso más preso?” Porque había adoptado el papel de la prensa cubana que se nos negaba y donde quiera que llegaba, sea casa de un disidente o en la cola de la guagua, repetía sin desmayo su denuncia sobre las condiciones en que estaban las víctimas de la nueva ola represiva.

Gladys

Hoy quiero recordar a Gladys Núñez Villalta, valerosa cubana que tendrá siempre un espacio en el corazón de muchas personas, porque en todo momento tuvo un pedazo de pan para el hambriento, un gesto de perdón para los aviesos y una palabra de ánimo para el desalentado.

Infortunadamente murió el 13 de septiembre de 2007 víctima del cáncer, que sólo la derrotó en los minutos finales, pues desde su lecho de enferma siguió dedicada a la causa a la que se había consagrado desde años antes. Me cuentan quienes la acompañaban y atendían cómo olvidada sus dolores físicos ante la indiferencia de los jefes de estado frente a las violaciones de los derechos humanos que se cometen en Cuba, y especialmente de intelectuales y artistas quienes bajo la bandera de la solidaridad respaldan a un gobierno que despoja a sus ciudadanos de sus libertades fundamentales, por tanto, no son solidarios con el pueblo cubano.
Gladys se inició en la oposición pacífica en 1987, en el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, luego se afilió al Comité de Madres Pro Amnistía de los Presos Políticos y se conviertió en una brava defensora de los derechos de la mujer.

Catalina

El médico cubano Marcelo Cano fue condenado a 18 años de prisión durante la Ola Represiva del 2003. En esos momentos fungía como coordinador del Colegio Médico Independiente de Cuba. Su esposa nunca se incorporó a las Damas de Blanco. Dicen que tiene una niña y quizás por eso no tuvo tiempo, o quién sabe por qué.



Pero Marcelo tiene una tía que lo representa con honra: Catalina Cano, linda viejecita, que todos los domingos encamina sus pasos hacia la iglesia de Santa Rita de Casia para pedirle a la patrona de los imposibles que libere al que, desde hace mucho tiempo, adoptó como hijo. Cuando habla de él se le nubla la mirada, pero rápidamente recobra el ánimo: “Luchar junto a las Damas me ha transformado, la vejez sólo la siento en la piel, porque mi alma y mi corazón se han vuelto jóvenes para dedicarme a la causa de los presos políticos cubanos”, me comentó un día caminando al frente de una marcha.
Viuda desde hace más de dos lustros, tampoco tuvo hijos, pero ha podido encontrar una cura para su soledad. Sabe que las Damas de Blanco son sus hermanas y que nunca están demasiado lejos cuando de ellas requiere. Y es que siente menos el desamparo en que la dejó el gobierno, desamparo que padecen casi 2 millones de cubanos que han llegado a la tercera edad, imposibilitados para acumular un patrimonio propio, que viven en condiciones precarias, calculando día a día los exiguos recursos con que cuentan para sobrevivir.

Magalis


La incorporación de los familiares de los presos políticos a las Damas de Blanco fue un proceso lento. Algunas de nosotras viajamos a diferentes pueblos del interior de la Isla para visitar a las esposas y alentarlas a que se unieran al grupo. Esto en Cuba resulta peligroso, pues el gobierno puede acusarte de un delito tipificado en el Código Penal Cubano como “incitación para delinquir”.

Transcurrían los últimos días de 2003. Habíamos concebido nuestra reunión mensual para intercambiar experiencias y noticias sobre los presos políticos, avisar sobre las visitas a las cárceles en ese período y compartir medicinas y alimentos. Aunque ya el movimiento se había incrementado, todavía muchas mujeres no asistían a las reuniones por miedo, por falta de información o por falta de recursos para trasladarse hacia la capital.
Magalis Broche estaba en el último grupo. Vive en Camajuaní, un pueblito cercano a Santa Clara. Se había enterado por Radio Martí que realizamos estos “Té literarios” los días 18 de cada mes y llamó por teléfono para que supiéramos que podíamos contar con su apoyo y que pronto viajaría a La Habana para conocernos personalmente.
Ella es la esposa de Librado Linares, presidente del Movimiento Reflexión, condenado a 20 años de prisión el 4 de abril de 2003. Linares está muy enfermo y su estado se deteriora más cada día por las condiciones carcelarias.

Nancy


Lo que mejor recuerdo de Nancy Alfaya es su fe religiosa. Es una fervorosa practicante en la Iglesia Pentecostal donde, actualmente, transcurre buena parte de su vida. Pero la conocí en la antesala del cuartel de la policía política, mientras ambas esperábamos los 5 minutos de visita que nos asignaban las autoridades para ver a nuestros esposos durante los procesos de instrucción de cargos que los llevaron a presidio en la Primavera de 2003.Días más tarde, mientras transcurría el juicio, Nancy no cesó de repetirme que Dios estaba con nosotros y que nada podría vencernos y que seguro nuestros maridos estarían pronto en libertad. Recuerdo los labios de Nancy moviéndose rápidamente sin emitir sonido, en lo que supuse sería un rezo desesperado. 
Su esposo Jorge Olivera se portó valiente en el juicio y sigue portándose del mismo modo, después de haber salido de la prisión con una licencia extrapenal por enfermedad en diciembre de 2004: a pesar de las reiteradas amenazas de los gendarmes de los Castro de encarcelarlo de nuevo, no ha dejado de hacer el periodismo por el que fue condenado a 18 años el 4 de abril de 2003.

Alejandrina



Cuando Diosdado González Marrero, condenado durante los arrestos de marzo de 2003 a 25 años de prisión, fue detenido en su casa de El Roque, pueblecito aledaño a Perico en la provincia de Matanzas, era el presidente de un grupo pacífico de defensa de los derechos humanos llamado “Paz, Amor y Libertad”. La Seguridad del Estado y las fuerzas policiales que la acompañaban tuvieron que derribar la puerta, porque Diosdado y su familia se negaron a dejarlos pasar. 
Desde entonces Alejandrina González de la Riva, su esposa, asumió los deberes de madre y padre para su hogar y sus hijos. A través de Radio Martí se enteró de que un grupo de mujeres en La Habana caminaban por la 5ª Avenida de la Habana, en protesta por el encarcelamiento de sus hombres, y hacían declaraciones y denuncias a la prensa extranjera, porque los medios masivos de comunicación en Cuba están en manos del gobierno totalitario que los maneja a su antojo censurando la información al pueblo. Alejandrina vio en las Damas de Blanco una forma de homenajear a aquel que la enseñó, con su ejemplo, a vivir con honor.
Llamé por teléfono a Alejandrina porque supe que Diosdado se había declarado en huelga de hambre y líquido. Ella está muy angustiada pero serena.
Me dice que a pesar de las torturas a las que está sometido continuamente, su esposo no se ha debilitado, al contrario, lo ha fortalecido moralmente.

María Elena

María Elena Alpízar es tan alta que llega al cielo. Era periodista independiente del Grupo Decoro, nos hacía reír contándonos que cuando venía a La Habana a las reuniones, mi marido se subía en una silla para dirigirse a ella.
Fue quien nos llamó Damas de Blanco por primera vez, en una crónica que escribió el 22 de mayo de 2003.
No tenía familiares presos, pero había sufrido la cárcel allá por la década de los 60por oponerse al régimen.
Viajaba con frecuencia de su natal Placetas a encontrarse con nosotras e incontables son las veces que estuvo detenida o que los agentes de la Seguridad del Estado de Cuba la obligaban a montarse en un carro y luego la abandonaban al borde de una carretera a cientos de kilómetros de su casa.
Estuvo la primera vez que nos atrevimos a salir de los alrededores de la Iglesia de Santa Rita. Siempre se efectuaban las marchas por el paseo de la 5ª avenida a la salida de la misa y supuestamente protegidas por las miradas de los feligreses que salían también del recinto religioso. Nos apresurábamos, porque creíamos que el gobierno cubano no se atrevería a abusar de mujeres a la vista de diplomáticos y periodistas extranjeros que acudían a la parroquia.
Sucedió justo durante el primer aniversario de la brutal represión desatada por Fidel Castro contra sus opositores. Durante días y muy secretamente, sólo las más allegadas estaban al tanto de lo que se iba a hacer, preparamos los homenajes, cosimos una imitación de la bandera cubana pero sin la estrella, el color rojo lo pusimos en forma de listón para que no pudieran acusarnos con el delito de “ultraje a los símbolos patrios” y sobre este escribimos “libertad para los 75”. Dos listas azules y dos blancas y en estas últimas pegamos las fotos y los nombres de los 75 encarcelados de la Primavera Negra.

Milka



Un día sentimos unos toques apremiantes a la puerta de casa de Laura Pollán. Al abrir, una mujer morena casi se desmorona bajo el dintel. Era Milka María Peña Martínez, sudorosa y sedienta, con su bebita de pocos meses apretada contra el pecho, pero feliz de habernos encontrado.
Había recorrido los casi 700 kilómetros que separan su hogar en Puerto Padre, al oriente de la Isla, de la Cárcel Combinado del Este donde estaba recluido en ese momento su esposo Luis Enrique Ferrer García, quien cumple 28 años de prisión, la condena más alta impuesta entre los miembros del grupo de los 75.
Hablaba atropelladamente, como si pensara que le impedirían decir todo lo que quería: había oído de nosotras y Osvaldo Payá -coordinador del Movimiento Cristiano Liberación- le indicó como encontrarnos; nos contó que le había traído a Luis Enrique su hija para que la conociera, pues ella estaba embarazada cuando lo detuvieron, pero que las autoridades del penal sólo le permitieron verla unos minutos; nos habló de su pleito con los funcionarios del registro civil para ponerle a la pequeña el nombre de María Libertad.

Julia



A Julia Núñez la conocí antes de los sucesos de la Primavera Negra de Cuba, en una recepción que el 15 de enero de 2000, Vicki Huddleston, entonces embajadora de EE.UU en La Habana, ofreció por el aniversario del nacimiento de Martin Luther King. Recuerdo, diáfanamente, mi pánico cuando a los pocos días la Mesa Redonda de la Televisión Cubana acató como tema esta reunión y nombró a todos los “cabecillas contrarrevolucionarios” que habían asistido, endilgándoles los más oprobiosos comentarios. Julita no era una activista de la oposición pacífica, pero padecía como yo, los temores de estar casada con uno de ellos.
Tres años después, su esposo Adolfo Fernández Saíz, traductor y periodista independiente dentro del movimiento opositor cubano, una de las figuras más respetadas, fue detenido y condenado en juicio sumario a 15 años de prisión.
Julita es modesta y de una firmeza inalterable. No es de las damas más conocidas, sin embargo ha participado siempre en cada marcha, en cada protesta, en cada reunión. Ha estado desde esos primeros días en que no soñábamos ser conocidas internacionalmente, ni ganar premios.

Claudia



Hoy voy a escribir sobre una de mis amigas más queridas: Claudia Márquez. Cuando se producen los arrestos de 2003 se desempeñaba como directora y periodista de la agencia independiente de prensa Decoro, que había sido fundada años antes por mi esposo Manuel Vázquez Portal. Ella estaba casada con Osvaldo Alfonso, a la sazón, presidente del Partido Liberal de Cuba quien fue condenado a 20 años de prisión.
Un día en Villa Marista, estado mayor de la policía política, mientras esperaba junto a mi cuñada los 5 minutos reglamentados para la visita a los detenidos, vi pasar a Claudia y me acerqué a saludarla. Al rato, un coronel del Ministerio del Interior, del que sólo recuerdo los círculos rojos que rodeaban sus pupilas y su voz imperativa, luego de confirmarme que mi marido sería procesado, me gritó “oiga, y trate de no reunirse con ese tipo de personas”.
Esto bastó para que me acercara más a ella y consolidáramos ambas una amistad que perdura a pesar de que apenas nos hemos visto en cuatro años.

Berta



Berta Soler es el azabache de las Damas de Blanco. Su energía, enorme y poderosa, las protege frente a las influencias negativas y maleficios. De ánimo alegre, ha sabido intervenir oportunamente cuando algún indicio de agotamiento o resquebrajamiento motivados por los años de tensión o sibilinos propósitos han azotado a las mujeres que componen el grupo.
Se siente orgullosa de ser negra, pero le avergüenza que compatriotas suyos pretendan humillarla por esto: frecuentemente en los actos de repudio las hordas entrenadas y dirigidas por la Seguridad del Estado tratan de minimizarla y agredirla por el color de su piel.
Nunca, antes de haberse incorporado a las Damas de Blanco, se había sentido discriminada, porque el pueblo cubano no es segregacionista, pero el régimen, intrínsecamente racista, manipula a sus acólitos y utiliza los recursos que cree más insultantes para atacar a los que se le oponen.
Cuando comenzamos a ir a misa en la iglesia de Santa Rita, a finales de marzo de 200, ya ella asistía con el Comité de Madres Leonor Pérez. Su esposo había cumplido una condena anterior en el presidio político cubano.
Ángel Moya Acosta, fundador del movimiento Libertad y Democracia, fue nuevamente condenado a 20 años de prisión en la Primavera Negra de Cuba. Cuentan que cuando los guardias se lo llevaban esposado, se dirigió a sus llorosos hijos y les dijo bien alto: “No me apresan por delincuente sino por defender los derechos humanos de nuestro pueblo”.
Y su compañera de la vida y de las ideas no se queda detrás en valentía. 

Reina Luisa





Reina Luisa Tamayo es la madre de Orlando Zapata, integrante del Movimiento Alternativa Republicana y uno de los promotores de la Peña del Parque Central. Fue arrestado el 20 de marzo de 2003 en el marco de la Primavera Negra de Cuba, pero no lo sancionaron hasta un año más tarde, el 20 de mayo de 2004, a 3 años de privación de libertad por “desacato a la figura del comandante”. A esa condena inicial, las autoridades cubanas le han ido agregando años en juicios de los que no ha sido avisada su familia y ahora ascienden a 25 los que tiene que permanecer en prisión.

La nueva aprehensión de Zapata, que había salido de la cárcel hacía unas semanas, llevó a su madre al paroxismo de la impotencia y el dolor. Me cuenta que había oído sobre los 75 opositores encarcelados y las protestas de sus esposas, y su rabia aumentaba al darse cuenta que no tenía medios económicos para viajar a La Habana, y la atormentaba no tener ropa blanca para sumarse al grupo. Habló con varias de sus amigas sin contarle su intención, consiguió una blusa blanca y con este atuendo se dirigió a casa de Laura Pollán, donde nos reuníamos.