miércoles, 3 de marzo de 2010

Nancy



Lo que mejor recuerdo de Nancy Alfaya es su fe religiosa. Es una fervorosa practicante en la Iglesia Pentecostal donde, actualmente, transcurre buena parte de su vida. Pero la conocí en la antesala del cuartel de la policía política, mientras ambas esperábamos los 5 minutos de visita que nos asignaban las autoridades para ver a nuestros esposos durante los procesos de instrucción de cargos que los llevaron a presidio en la Primavera de 2003.Días más tarde, mientras transcurría el juicio, Nancy no cesó de repetirme que Dios estaba con nosotros y que nada podría vencernos y que seguro nuestros maridos estarían pronto en libertad. Recuerdo los labios de Nancy moviéndose rápidamente sin emitir sonido, en lo que supuse sería un rezo desesperado. 
Su esposo Jorge Olivera se portó valiente en el juicio y sigue portándose del mismo modo, después de haber salido de la prisión con una licencia extrapenal por enfermedad en diciembre de 2004: a pesar de las reiteradas amenazas de los gendarmes de los Castro de encarcelarlo de nuevo, no ha dejado de hacer el periodismo por el que fue condenado a 18 años el 4 de abril de 2003.

Cuando Olivera, al que el gobierno americano había otorgado una visa de perseguido político, salió de prisión, pidió a las autoridades migratorias cubanas el permiso de salida definitiva del país. En cualquier lugar del mundo democrático, solo tendría que sacar un pasaje, pero en Cuba los trámites para viajar transitoria o permanentemente al extranjero, requieren la aprobación del Ministerio del Interior y ésta puede ser negada o nunca contestada.
Las leyes migratorias cubanas, lejos de ser las regulaciones razonables de un estado moderno, son recursos usados con desparpajo para intimidar y someter a los ciudadanos a los caprichos de la tiranía. Percatado de que los cubanos tienen la filosofía de los confinados en campos de concentración, es decir, el enfrentamiento a los represores es suicida, escapar lejos de ellos es la solución; el gobierno manipula a las personas a su antojo y las obliga a mantener la máscara de su adhesión al régimen hasta el último minuto. Un hombre, o una mujer, que logra ganar el sorteo de visas de E.U., adquiere instantáneamente otra categoría y los demás lo miran con envidia o con admiración, pero a este elegido le queda un largo camino que transitar todavía: el del permiso de salida de Cuba. Para obtenerlo, tiene que asistir a las reuniones de los CDR y la FMC y estar de acuerdo con lo que se plantee en ellas, además insistirá en que su pretensión de abandonar el país no es nada política y mucho menos falta de patriotismo, solamente buscar un alivio económico.
A lo largo de 50 años la dictadura de los Castro ha separado familias enteras, sin distinguir entre padres e hijos o esposas y esposos y en un prepotente acto de irrespeto a los derechos de los cubanos, también, a su arbitrio, niega la entrada a la tierra donde has nacido. Como es de imaginar los opositores políticos que se acogen al programa de refugiados de los E.U. son castigados a permanecer en la incertidumbre de si podrán o no rehacer sus vidas de nuevo.
Las Damas de Blanco han realizado gestiones para salir temporalmente de Cuba, en diversas ocasiones en que han sido invitadas por organizaciones defensoras de derechos humanos para participar en forums internacionales, o recibir premios como el Sajarov del Parlamento Europeo o el premio a la defensa de los derechos humanos de Human Rights First. En todos los casos, las autoridades cubanas las han sometido a innumerables trámites burocráticos y finalmente, no han dado respuesta a su petición. También a solicitudes de salida temporal por razones personales, que han hecho algunas de las componentes del grupo, se ha negado el gobierno cubano sin argumentar nada.
A Jorge Olivera y los suyos los han tratado de resquebrajar: le han propuesto a Nancy que viaje sola, o que lleve a sus hijos con ella. Pero Nancy se ha mantenido inalterable, su amor no es negociable y sus creencias la fortalecen: “para los agentes de la Seguridad del Estado que no creen en Dios, sería muy fácil hacer lo que me proponen que haga yo, pero Dios hizo a la familia para estar unida, estaré con Jorge y mis hijos aquí o allá, pero juntos”.

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