miércoles, 3 de marzo de 2010

Catalina

El médico cubano Marcelo Cano fue condenado a 18 años de prisión durante la Ola Represiva del 2003. En esos momentos fungía como coordinador del Colegio Médico Independiente de Cuba. Su esposa nunca se incorporó a las Damas de Blanco. Dicen que tiene una niña y quizás por eso no tuvo tiempo, o quién sabe por qué.


Pero Marcelo tiene una tía que lo representa con honra: Catalina Cano, linda viejecita, que todos los domingos encamina sus pasos hacia la iglesia de Santa Rita de Casia para pedirle a la patrona de los imposibles que libere al que, desde hace mucho tiempo, adoptó como hijo. Cuando habla de él se le nubla la mirada, pero rápidamente recobra el ánimo: “Luchar junto a las Damas me ha transformado, la vejez sólo la siento en la piel, porque mi alma y mi corazón se han vuelto jóvenes para dedicarme a la causa de los presos políticos cubanos”, me comentó un día caminando al frente de una marcha.
Viuda desde hace más de dos lustros, tampoco tuvo hijos, pero ha podido encontrar una cura para su soledad. Sabe que las Damas de Blanco son sus hermanas y que nunca están demasiado lejos cuando de ellas requiere. Y es que siente menos el desamparo en que la dejó el gobierno, desamparo que padecen casi 2 millones de cubanos que han llegado a la tercera edad, imposibilitados para acumular un patrimonio propio, que viven en condiciones precarias, calculando día a día los exiguos recursos con que cuentan para sobrevivir. Pidiendo limosnas o vendiendo en la calle baratijas y cigarros, acosados por la policía, aplastados por la muchedumbre al abordar el transporte público, paliando sus enfermedades en establecimientos de salud desprovistos y mugrientos, y sin acceso a servicios de oftalmología, de odontología o equipos médicos para discapacitados como bastones, muletas y sillas de ruedas. Y sobre todo, humillados y discriminados por el estado que se vanagloria de darles una vejez digna.
Pero Catalina ha vivido suficiente para poder establecer las diferencias con el pasado y valorar la justicia de las ideas que defienden los opositores pacíficos. Incorporarse a las Damas de Blanco fue un verdadero reto, porque supo siempre que el régimen no haría ninguna diferencia con ella debido a su edad y que sufriría el mismo castigo que las otras. Ella ha padecido también las amenazas, el acoso y los mítines de repudio orquestados por la Seguridad del Estado. Pero nada amedrenta a esta anciana valerosa: cada día de visita, arrastra su bolsa de provisiones hasta la lejana Cienfuegos, ciudad donde está ubicada la cárcel de Ariza, en la que se encuentra encerrado su sobrino. 
Ya no siempre puede participar en las largas caminatas que hacen las Damas de Blanco, han transcurrido 6 años y cada día el dolor de sus rodillas se hace más penoso y más arduo ponerse al paso de las otras, pero a la salida de la misa espera, amparada de los rayos del sol por su sombrilla, a que sus compañeras realicen la tradicional caminata por el paseo de la 5ª Avenida para reunirse con ellas.
Cada segundo domingo de mayo, las Damas de Blanco ofrendan a la Virgen María y a Santa Rita de Casia sendos ramos de gladiolos, que son entregados en el altar por las miembros cuyo vínculo con el preso es el de ser su madre, aquellas que a pesar de su edad avanzada y de sus achaques concurren regularmente a homenajear a sus hijos. Laura Pollán, líder del movimiento, me dijo: “Elegimos a Catalina, porque para nosotras ella es la madre de Marcelo Cano”.
En diciembre del 2008, las Damas rindieron un pequeño homenaje a Catalina Cano, de 81 años, y a Petra Serafina Díaz, de 86, por ser las Damas de Blanco de mayor edad y mantenerse vinculadas al grupo desde sus inicios.

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