Hoy voy a escribir sobre una de mis amigas más queridas: Claudia Márquez. Cuando se producen los arrestos de 2003 se desempeñaba como directora y periodista de la agencia independiente de prensa Decoro, que había sido fundada años antes por mi esposo Manuel Vázquez Portal. Ella estaba casada con Osvaldo Alfonso, a la sazón, presidente del Partido Liberal de Cuba quien fue condenado a 20 años de prisión.
Un día en Villa Marista, estado mayor de la policía política, mientras esperaba junto a mi cuñada los 5 minutos reglamentados para la visita a los detenidos, vi pasar a Claudia y me acerqué a saludarla. Al rato, un coronel del Ministerio del Interior, del que sólo recuerdo los círculos rojos que rodeaban sus pupilas y su voz imperativa, luego de confirmarme que mi marido sería procesado, me gritó “oiga, y trate de no reunirse con ese tipo de personas”.
Esto bastó para que me acercara más a ella y consolidáramos ambas una amistad que perdura a pesar de que apenas nos hemos visto en cuatro años.
Comenzamos a reunirnos en casa de Laura Pollán y a invitar a las familias de los presos para allí. Así comenzaron lo que ahora se llaman “Tés Literarios” que en los primeros meses se realizaban todos los días, porque siempre estábamos un grupo de la mañana a la tarde discutiendo asuntos, pensando estrategias e intercambiando medicinas, alimentos y aliento. Lo de Té se lo puso Laura, porque generalmente lo único que ingeríamos era té y lo de literario porque leíamos poemas y cartas de nuestros familiares encarcelados.
Claudia fue la editora del tercer número de la revista clandestina De Cuba, dedicado a los prisioneros políticos, que salió a sólo 5 meses de la ola represiva.
La revista De Cuba había salido a la luz en diciembre de 2002, desarrollada por un equipo de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. Pero, en el momento de que hablo, casi todos sus realizadores estaban en la cárcel.
En este último número aparecían crónicas, testimonios y fotos del Grupo de los 75 y de sus familiares. Su producción se hizo con el mayor hermetismo posible. La primera tirada, de 1000 ejemplares, hubo que quemarla por discrepancias acerca de cuáles presos debían o no aparecer en la revista. Luego se hizo una nueva impresión que circuló por toda la isla. Claudia asegura que “sin el concurso de las Damas de Blanco y de figuras de la oposición interna y externa no hubiera sido posible”.
Un día la policía política vino y se llevo a Claudia. No era un arresto formal, sólo querían “conversar con ella”. A las 5 ó 6 horas la trajeron, pero algo había cambiado en su mirada. A los pocos meses habló con Laura y conmigo y nos dijo que se separaría del grupo, que temía por su hijo y la seguridad del estado le tenía montado un gran expediente. Nosotras respetamos su decisión pero extrañamos su entusiasmo juvenil y su jovialidad.
En una ocasión, le insistí para que regresara con nosotras, la necesitábamos y extrañábamos, y además yo sabía bien cuánto ella amaba al grupo, del que fue una de las 12 fundadoras y por el que trabajó febrilmente en los primeros meses. Me respondió triste pero con decisión: “No porque podría hacerles daño y eso sí nunca me lo perdonaría”.
En junio de 2005 emigró con su hijo a los Estados Unidos y actualmente reside en Puerto Rico, donde se casó de nuevo y tiene una niña preciosa a la que puso el nombre de su ciudad querida: Habana.
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